martes, 10 de agosto de 2010

¡A mi gran amor!




Cuando abrí mis ojos a la vida,
me encontré en el regazo de una bella joven,
rural, tal vez; pobre en el momento,
pero insuflaba esperanza, vertía amor,
era tolerante, tranquila, sentía su protección.

Me enamoré locamente de la bella dama
y a medida que el tiempo transcurría
ese amor por ella se incrementaba;
Ella comenzó a progresar,
se enteró que era inmensamente rica.

por supuesto sus pretendientes
no se hicieron esperar,
claro, su asedio no era por su belleza
o porque la amaban,
no, solo perseguían esquilmarla.

Pero si, hubo algunos
que si bien se aprovecharon de ella
para enriquecerse,
por lo menos algo hicieron
para que se sintiera orgullosa
ante quienes la observaban
desde afuera.

Hace once años
buena parte de sus hijos
le buscaron nuevo pretendiente
y se casó nuevamente,
pero craso error,
su nuevo marido
regaló sus bienes,
los familiares y allegados de éste
se apoderaron de sus riquezas
de la manera más vil.

Hoy esa bella doncella
que me abrió sus brazos
para arrullarme hace 76 años
se encuentra arruinada,
al borde de su destrucción
y sus esperanzas de recuperación
son muy remotas.

Ya no soy un joven
que pueda defenderla
como lo hice en la década
de los sesenta,
cuando los delincuentes cubanos
quisieron violarla,
porque mi edad y mis condiciones físicas
no me lo permiten.
Lo único que puedo hacer es:
pedirle a Dios Todopoderoso
le permita volver a ser
la bella dama de otrora.
Es posible que no logre verla libre
de esta pesadilla;
pero ahora la amo más que nunca,
mi linda VENEZUELA

Luís Varela Luzardo

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