La vida no transcurre en vano, somos como los árboles: planta, arbusto, árbol, cuando somos una planta o sea nuestra etapa de niños, requerimos se nos fertilice, nos provean de alimentos, atención, ciertos cortes cuando nuestras ramas se desvían. Cuando nos hacemos arbustos o sea, adolescentes, debemos ser preparados para la llegada de los frutos, por consiguiente requerimos mayor atención de nuestros guías para culminar lo deseado. Ya árboles comenzamos a producir y vendrán las plantitas producto de nuestras semillas y continuará ese ciclo interminables. Pero lo no deseado, la llegada del final de la vida, nos hacemos viejos como el árbol, dejamos de producir, comenzamos a declinar, y por mucho que seamos atendidos se nos caen las hojas, se nos rompen las ramas, las raíces se deterioran, la savia no fluye debidamente y finalmente no secamos y morimos. Pero lo bueno de todos esto es tener la satisfacción, de que como el buen árbol, produjimos frutos de óptima calidad:
¡Nuestros hijos!
Un árbol en el declinar de la vida.
Luis Varela Luzardo
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