lunes, 23 de enero de 2012

¡Lo quisiste así!




Abandono la jaula que aprisionó mi ser
fui el ave, que te trino vehemente;
pero fuiste una dueña inconsecuente,
solo me diste amarga hiel para beber.

Ya no podrás observarme en tu ventana
ni escuchar mis cotidianos trinos,
me marcho en pos de otro destino
Sin esperanza de regresar mañana.

Se que nada sentirás por mi partida
tal vez festejes mi abrupta decisión
y seas feliz por decidir marcharme.

Pero antes te diré de despedida
que llevo destrozado mi pobre corazón,
por amarte tanto, y tú negarte a amarme

Luis Varela Luzardo

¡Lo siento, pero es lo que siento!





A veces en mis ratos de reposo y calma
ingratas imágenes se crean en mi mente,
te veo allí con él, compartiendo alegremente,
siento como una flecha que atraviesa mi alma.

Siento que una lágrima recorre mis mejilla
siento en mis labios su salobre contenido,
siento en el corazón el dolor de estar herido
siento que lo que allí ocurre, me mancilla.

Siento, que siento impotencia desmedida
siento rabia, siento celos, dolor incontenible;
siento desaparecer la imagen que me he creado.

Siento que de nuevo regresaré a la vida
siento que es verdad, lo nuestro es imposible,
siento ser el culpable, por de ti estar enamorado.

Luis Varela Luzardo

¡Amada amante!





Se bien que a amarme te has negado
te lo impiden varias cosas y lo acepto,
tus valores te inducen lo correcto
y es motivo para sentirme bien pagado.

Pero yo seguiré llevando ese pecado
de amarte con pasión desenfrenada,
por eso en mi mente estás grabada
y seguirás como hasta hoy siempre a mi lado.

Con solo saber, que en mí piensas cada día
como una vez lo expresaste dulcemente,
es algo que me llena plenamente.

Será como bálsamo en la herida
para aliviar el sufrimiento que en la vida
me ha causado tu desamor irreverente.

Luis Varela Luzardo

sábado, 14 de enero de 2012

¡Historia de un cazador!




En las selvas de San Luís
allá en la sierra coriana,
me interné cierta mañana
con mi amigo Pepe Ortiz

Como a Pepe a su mujer
le teme, pues lo regaña,
me abandonó en la montaña
para a su casa volver.

Yo seguí muy decidido
por querer hacer alarde,
como a las seis de la tarde
ya me encontraba perdido.

Penetré una cueva oscura
allí una tigra encontré,
aún no entiendo por qué
se comportó con mesura.

Tempranito al día siguiente
comencé a buscar salida,
dejé a la tigra dormida
y regresé con mi gente.

Dos años después volví
hasta ese mismo lugar,
con la idea de cazar
de pronto un ruido sentí.

Me lleve el arma a la cara
para disparar certero,
a un tigre carnicero
que sobre mi se lanzara.

Frenó su salto y me dijo
No tienes que disparar,
No me vayas a matar
¡La bendición, soy tu hijo!

Luís Varela Luzardo

¡El mendigo rico!




Pasaba por mi casa muy seguido
solicitando ayuda a su indigencia,
de harapos y descuidada apariencia
buscaba ser por alguien comprendido.

Siempre mi bondad le fue brindaba
aquel hombre se mostraba agradecido,
hasta que un día me dijo compungido
que engañarme un día más no soportaba.

Dijo: no soy lo que aparenta mi desgracia
solo que así, gran estatus he ganado
soy persona con bienes de fortuna.

Usted no se merece mi falacia
me siento de verdad avergonzado
y aprecio su bondad como ninguna.

Luis Varela Luzardo.

miércoles, 11 de enero de 2012

¡Mi estrella guía!


Siete días sin saber de ella
resulta una eternidad
ella es mi tranquilidad
es mi guía, mi dulce estrella.

No puedo seguir su huella
estoy loco por su amor,
por eso este gran dolor;
siete días sin saber de ella

Debo expresar mi verdad
necesito esté presente,
por poco que siga ausente
parece una eternidad.

No tiene de mi piedad
le pido a Dios con gran fe,
le haga entender el porque
ella es mi tranquilidad.

Pero seguiré sin mella
Con vehemencia inusitada
porque esa mujer amada
Es mi guía, mi dulce estrella.

Luis Varela Luzardo

miércoles, 28 de diciembre de 2011

¡Fruto prohibido!





Cruce el prado y pude ver, árboles cargados de diferentes frutos, apetitosos todos, tomaba en mis manos algunos, los mordía y los desechaba; caminaba y a medida que lo hacia, seguían apareciendo, yo los seguía probando, e igual no les sentía el sabor que quería encontrar.

Hubo una oportunidad que en un predio ajeno vi un solo fruto pendiendo del árbol y me asaltó la idea de tenerlo y ni siquiera con la voracidad de comerlo, me sentí tan afín a aquel hermoso fruto, que me conformaba con solo tocarlo, acariciarlo, sentir su aroma, pero el fatal destino se interpuso entre nosotros, al estar yo en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero sigue allí y yo del otro lado, conformándome con desearlo sin lograr saborearlo.

Luis Varela Luzardo